Hace unas semanas saltó a las redes sociales y los medios de
comunicación la noticia de que un maestro español había sido nominado como el "mejor
maestro del mundo". Y me pregunté ¿ cómo puede ser esto si los informes siempre
dicen que somos de los peores países en educación? La noticia me atrapó de
inmediato y fue corriendo a ver de qué se trataba y cuál era el secreto de este
"superdocente", por si se me "pegaba" algo y podía
incorporarlo a mis clases para mejorarlas. En seguida salieron artículos y
vídeos sobre sus trabajos y proyectos, todos extraordinarios. Hasta un miope
educativo vería de lejos que es una persona con ganas de cambio, creatividad e
iniciativa a raudales, que se ha liado la manta a la cabeza y ha ido a por
todas. ¡Bravo, bravísimo!
Pero después, reflexionando sobre su forma de trabajo, sobre
sus proyectos, sus maravillosas iniciativas y la forma en que llevaba la clase,
comprobé con alegría que muchas de esas ideas ( no todas, por supuesto) ya las
había puesto yo en práctica aunque con sus variantes, claro está. Y esto me
llevó a pensar en la cantidad de docentes repartidos por todo el país que, al
igual que este compañero de profesión, intentan dar un aire nuevo a su día a
día, luchando con el sistema educativo que ahoga nuestra creatividad y la de
los niños, nadando siempre contracorriente. Lo único que nos diferencia de este
afamado maestro es que él ha salido en televisión, se ha movido por los medios
de comunicación y los demás no, trabajamos en el anonimato, pero con ilusión y
esperanza de que algún día las cosas cambien y veamos una escuela que no sea
lineal como la de ahora, sino " de colores", donde todas las
tonalidades tengan cabida y valgan lo mismo.
Me alegro, me alegro infinito que un maestro español sea
candidato a ese premio, porque en él estamos representados muchos. Y sobre
todo, no nos olvidemos nunca que, ni los ordenadores, ni las leyes van a
cambiar la escuela, ese cambio sólo vendrá gracias a LOS IGNORADOS MAESTROS.