LOS
HIGOS , MANJAR DE DIOSES
La señora Miguela vivía cerca de mi casa. Su marido se llamaba
Saturnino y le veía trabajar todas las mañanas en una huerta que tenían en la
parte de atrás de su casa.
Por delante tenía una higuera frondosa, extraordinaria, que
cuando llegaba el verano se llenaba de brevas riquísimas. Ella sabía que a mí
me gustaban mucho y cuando me veía decía:
- Ven cuando quieras a coger brevas. Ya están maduras y
nosotros no las comemos. Llévate las que quieras.
Y mi madre me mandaba con un cesto a por ellas. Por la noche
me daba un festín. ¡Estaban tan ricas! ¡Tan
gorditas y llenas de ese néctar dulzón! Fresquitas ,en el frigorífico, eran un
manjar.
Tanto me gustaban los higos que mi padre plantó también una higuera
en medio del patio de casa, cerca de la cocina. El abuelo ideó un artilugio
para coger cómodamente los que se quedaban arriba. A un palo largo le ató un
bote, de tal manera que extendiendo el palo hacia donde estaba el higo, se
cortaba, y éste caía con facilidad en el interior. Sin embargo no eran tan
ricos como las brevas de la señora
Miguela.
Otras veces también iba a su casa a por hierbabuena para el cocido
cuando me lo decía mi madre. Tenía una mata bien hermosa en el patio, junto a
un pozo. La recuerdo como una mujer bonachona, regordita y ya mayor, con nietos
de mi edad. Siempre iba con el pelo lleno de canas recogido en un moño muy
estirado, y llevaba unas gafas de culo de vaso. Vivía con su marido, que como
he dicho antes, se llamaba Saturnino, aunque todo el mundo por allí le conocía
como " El Cano", incluso su misma mujer así le llamaba cuando a él se
refería. Se pasaba el día arreglando la huerta. Yo le veía desde la parte de
atrás de mi casa, cuando salía a jugar por ese lado.
Ahora todo aquello ha desaparecido. Ellos dos murieron hace ya
muchos años. Sus hijas vendieron la casa y la huerta y hoy se ha convertido en
un merendero, lleno de gente extraña que va y viene pisoteando con sus coches
la árida explanada en lo que se ha
convertido la huerta de " El Cano", nada saben de las historias que
encierra el lugar y de las gentes que las protagonizaron. Sin saberlo son
intrusos que profanan una tierra que fue querida y amada por otros mucho antes
de que ellos aparecieran.
Cuando paso por allí...¡Está todo tan cambiado! Y no puedo
evitar recordar aquellos años y sentir una cierta nostalgia. Para mí eran
tiempos felices y despreocupados. Arropada por el calor y la protección de mis
padres y mis abuelos...¡ y con toda la vida por delante!